El 30 de enero de 1933 se entregó
el poder del Reich Alemán a los nacionalsocialistas. Ese
mismo año hubo quemas públicas de libros.
Literatura independiente y crítica literaria dejó de ser posible. Lo mismo
ocurrió en Austria tras la anexión en 1938;
también allí fueron quemados libros. El Régimen fomentó una literatura llamada
de sangre y tierra, Blut- und Boden,
a cuyo lado sobrevivía una literatura más o menos sin ideología dedicada al
entretenimiento. Los opositores destacados al Régimen estaban amenazados de
muerte si no iban al exilio; así fueron asesinados Jakob
van Hoddis y Carl von Ossietzky. Algunos
autores permanecieron en el país, aunque fueran opositores a los nazis,
formando parte de la llamada Innere Emigration,
la «emigración interna». Fueron condenados al silencio y escribieron para el
archivo personal o sobre temas apolíticos, pero la distinción con los autores
específicamente apolíticos es a menudo difícil. Nombres conocidos que se
quedaron en el país fueron Gottfried Benn, Ernst
Jünger, Erich Kästner, Ehm Welk,Gerhart Hauptmann, Heimito von Doderer, Wolfgang
Koeppen, Josef Weinheber, Mirko Jelusich, Franz Koch y Robert Hohlbaum.
Además, los siguientes miembros de la Dichterakademie: Will Vesper, Börries
Freiherr von Münchhausen, Hans Grimm, Erwin Guido Kolbenheyer, Wilhelm Schäfer, Werner Beumelburg, Hans Friedrich Blunck, Agnes
Miegel, Hanns Johst, Emil Strauß, así como Rudolf G. Binding.
1500 autores conocidos por su
nombre se exiliaron, a menudo por caminos tortuosos; muchos se suicidaron (Stefan
Zweig, Kurt Tucholsky). Centros de la Exilliteratur,
la literatura del exilio, surgieron en muchos países del mundo, entre otros,
también en Suiza,
que fue especialmente importante para autores de teatro. En vista de la
cantidad de autores, casi todos aquellos con un cierto renombre se exiliaron, a
penas se puede hablar de una literatura temática o estilísticamente unificada
en el exilio. Autores que se mantuvieron productivos en el exilio fueron entre
otros Thomas y Heinrich
Mann, Bertolt Brecht, Anna
Seghers, Franz
Werfel y Hermann
Broch. Otros, como Alfred Döblin, Heinrich Eduard Jacob y Joseph
Roth, no se adaptaron.
Tras la Guerra, muchos autores
permanecieron en el extranjero, algunos volvieron. Después de su huida de Viena
a Londres tras el Anschluss, Elias Canetti consiguió
el Premio Nobel de Literatura como
ciudadano británico. Es de señalar que muchos ya no pudieron enlazar con sus
éxitos de antes de la Guerra y el exilio.
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